OBRA MAESTRA

TEXTO: SOFÍA ALDUNATE

La residencia privada del decorador chileno Juan Pablo Molyneux en París no hace más que confirmar la grandeza y la excelencia que lo han hecho mundialmente famoso. Una verdadera fantasía que le hace honor a la historia, al buen gusto y a un talento sin igual.

El mismo día en que los ojos del mundo estaban puestos en las Torres Gemelas y en el peor ataque terrorista de la historia, Juan Pablo Molyneux lograba concretar la compra de este venerado hôtel particulier del siglo 17 en París. Toda una hazaña que consiguió tras largas negociaciones con media docena de propietarios que se mostraban los dientes entre sí. Un 11 de septiembre de 2001 que marcó un antes y un después en el mundo y también en la vida de este chileno, ícono del interiorismo global.

Maestro de la audacia, el neoclasicismo, las artes decorativas y las grandes ideas, a Juan Pablo las cosas a medias tintas no le entusiasman. Lo suyo es a lo grande y los 2.200 metros cuadrados de esta mansión, más un precioso jardín, le vienen bien. Este es su lugar, su obra maestra y aquí está todo lo que lo identifica y le gusta: un entorno histórico, pinturas modernas, muebles sofisticados de Rusia, China, Francia e Italia; enormes tapicerías, texturas, colores, artesanía y oficio. Todo en un edificio de casi 400 años de antigüedad en Le Marais, uno de los barrios más vibrantes de la Ciudad de las Luces. Aquí vive junto a su mujer Pilar Valdivieso y aquí también, en una de sus alas, están sus oficinas. “Quienquiera que me conozca y entre a esta casa, se dará cuenta de que es mi reflejo. Esta casa soy yo”, asegura.

Conocido como Hôtel Claude Passart, en honor al secretario de Luis XIII, y diseñado probablemente para él por el arquitecto Gabriel Soulignac en 1619, este edificio ha sabido de luces y sombras. Habitado por la nobleza durante generaciones, fue la temida guillotina de la Revolución Francesa la que terminó con sus dueños y sus años de gloria. De ahí en adelante fue saqueado sin compasión y brutalmente dividido sin plan alguno. Los años no hicieron más que destruirlo y convertirlo en una maraña de recovecos. “Lo único que se salvó del interior de la construcción original fue un techo a la francesa, de vigas de madera pintadas a mano con motivos florares, que se cree, estaba en reparación cuando fue tomada porque estaba protegido con yeso. Cuando en la década de 1960 descubrieron su existencia, la casa pasó a ser monumento histórico y, por ende, protegida por el Estado”, cuenta el decorador desde Francia.

Lo que más llamó la atención de Molyneux cuando visitó el lugar por primera vez fue su fachada, la que además de preciosa, estaba en muy buen estado. Eso lo convenció de lanzarse a la aventura de conseguir los dos primeros pisos disponibles de este edificio que, en total, suma cuatro. Ya con las llaves en la mano, comenzó un verdadero oficio de arqueología y artesanía, el que culminó tras 18 intensos meses, todo un récord considerando el estado original y las obras que se realizaron y que permitieron imprimirle ese sello ingenioso e inconfundible, de excelencia y excepcional creatividad que lo han hecho famoso. “Admito que me descontrolé completamente al hacer este lugar. Aquí se expresa la suma total de mi conocimiento y trayectoria. Todo lo que amo, está aquí”.

Además de sus elegantes oficinas, la residencia cuenta con un sector privado completamente independiente para él y su mujer que incluye una lujosa suite de invitados, majestuosos salones de recepción formales donde constantemente reciben gente, gimnasio y un lindo jardín. Todo con la fantasía decorativa, el buen gusto y la experiencia de una trayectoria impecable que tiene a Molyneux y su equipo trabajando a toda máquina a lo largo y ancho del mundo, desde Pekín hasta Palm Beach, pasando por Uzbekistán, Qatar, París y Londres, entre otros.