CASA TALLER

TEXTO: MARÍA JOSÉ NAZAR  FOTOS: ANA MARÍA LOPEZ

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Una casa de estilo clásico y huesos antiguos, pero con una vida interior única, cargada de historia, cultura, creatividad, arte y color. Una combinación notable y poco convencional que solo el artista Francisco Bustamante podía lograr.

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Atrevidas, intensas, llamativas, libres y llenas de energía. Por décadas las obras de Francisco Bustamante no han hecho más que impactar y encantar. Sin líneas definidas ni estilos que lo amarren, el artista navega en un océano de oportunidades para explorar y experimentar. Óleos, dibujos y piezas de cerámica cobran vida en este taller cargado de historia, ubicado en el primer piso de su señorial casa.

A ella llegó hace 18 años, después de buscar y rebuscar por todo Santiago. Reconoce que no solo quería que la casa cumpliera con ciertos requisitos estéticos, sino que además debía estar ubicada en un barrio antiguo, con historia y movimiento… donde pasaran cosas. Fue así como dio con esta construcción de tres pisos, de estilo francés, que databa de los años 20 y del que colgaba un letrero que decía: se arrienda o vende. “Cuando vi este ‘edificio’, pensé que el ‘departamento’ del segundo piso sería perfecto para mí. Pero cuando llamé y descubrí que era una casa me desmoralicé”. Sin embargo, rápidamente entendió que ese era el lugar perfecto y que no solo cumplía con todas sus expectativas, sino que también ofrecía algo más.

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Instalarse en ella no fue tarea fácil. Si bien visualmente estaba en buenas condiciones, fue necesario renovarla desde los huesos para cambiar antiguos sistemas eléctricos y de calefacción para adaptarla a los nuevos tiempos y no morir en el intento. De la remodelación estuvieron a cargo el diseñador Osvaldo Luco y el arquitecto Gonzalo Ramírez, quienes lograron un equilibrio notable al conservar la esencia clásica de la casa y, al mismo tiempo, reflejar la personalidad única de Francisco.

A pesar de que el artista llegó a los ocho años proveniente de Perú, mantiene intacta la herencia limeña. Hijo de diplomáticos y nieto de un expresidente, la historia es parte importante de su vida y se refleja en cada rincón de su casa. Gran parte de los muebles fueron de sus padres y abuelos, los que ha ido complementando de a poco con detalles contemporáneos con los que se ha topado a lo largo de su vida. “No tengo paciencia para buscar”.

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Con tres metros y medio de altura, las paredes se convirtieron inmediatamente en el mejor lugar para exhibir sus obras. La flexibilidad de poder colgar y descolgar, y de presentar su trabajo en la comodidad de su casa fue ciertamente uno de los mejores recuerdos de este lugar. “Recuerdos” porque hace unos meses decidió empezar una nueva etapa lejos de este centro neurálgico y vibrante que tanto lo enamoró. Tras una larga estadía en Nueva York y Barcelona, Francisco volvió casado con el documentalista ruso Pavel Loparev. Un aterrizaje en el 2019 bastante forzoso, ya que primero los recibió un convulsionado 18 de octubre, para después seguir con meses de encierro producto de la pandemia. Después de vivirla con tanta intensidad, tomaron la decisión de que era momento de comenzar una nueva etapa, quizás con un poco más de tranquilidad y tiempo para que cada uno pudiera dedicarse por completo a lo que más les gusta: crear.

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