TEXTO: SOLEDAD GARCĂŤA-HUIDOBRO/ FOTOS: ALEJANDRO ARAYA

Guadalupe Valdés, ve en el arte una inmensa posibilidad de reconciliación entre el hombre y la naturaleza. Y en su próxima muestra en el Centro Cultural Montecarmelo, vuelve a entrelazar y nutrir su obra con su propia experiencia y el paisaje.

¿Dónde va? ¿Qué la mueve? ¿Qué sigue? El arte de Guadalupe Valdés se concibe, hace ya más de 20 años, desde la práctica de la pintura experimental hecha con objetos encontrados. Esos descubrimientos le permiten dar cuenta de diferentes procesos de transformación “como el del madero que va desde la semilla al brote, de un árbol a un bote sobre el mar, y luego termina en un fragmento o vestigio de madera encontrado flotando en el agua”, explica. Su poética se basa en un concepto donde naturaleza y hombre son vistos como un solo organismo vivo, entrelazados por patrones, ritmos y maneras de manifestarse a través del tiempo. “En mi pintura la materia no
desaparece, se transforma”, afirma. Y es que la artista va detrás de lo invisible a los ojos, tras esa ininterrumpida vitalidad de la materia que “evidencia la existencia de una profunda realidad, más allá de su corporalidad fĂsica”, explica.
En sus obras, siempre Ăşnicas y potentes, la vida y el arte se entrelazan y nutren mutuamente. Y luego, a este proceso se une el color con sus diferentes posibilidades como gran herramienta de lenguage. Ejemplo de ello son sus obras anteriores, donde los paisajes europeos son su registro de viaje y los pájaros en formato redondo, sĂmbolos de fecundidad.

Guadalupe ValdĂ©s tiene un sĂłlido currĂculum. Es licenciada en Arte de la Pontificia Universidad CatĂłlica de Chile, con certificado acadĂ©mico en FilosofĂa y estudios de Historia del Arte en la Universidad TĂ©cnica de BerlĂn, Alemania. Ha formado parte de diversas muestras individuales y colectivas en Nueva York, Miami, Washington D.C., BerlĂn, Essen, Hong Kong, SĂŁo Paulo, Lima y Buenos Aires. Fue en su Ăşltima exposiciĂłn individual, el 2019, titulada Infinita Vitalidad de la Materia, cuando Guadalupe presentĂł su primer libro de artista titulado Diálogos con madera. AhĂ, daba cuenta de cĂłmo el árbol y su corazĂłn, la madera, que en algĂşn momento fue mástil, bote, balaustre terminaba en coloridos fragmentos a la deriva del agua, las mareas y el tiempo.
PrĂłximamente, desde 3 al 29 de mayo, estará presentando Estar, Naturaleza y Pintura, en el Centro Cultural Montecarmelo (Bellavista 0594, Providencia), donde propone entretejerse con la naturaleza a travĂ©s del Ăłleo, en tres pinturas de gran formato inspiradas en el mundo vegetal. “Este trabajo brotĂł en pandemia cuando mi relaciĂłn con las plantas cambiĂł sustancialmente. DediquĂ© gran parte del tiempo a cultivar en mi pequeño jardĂn y descubrĂ que son unas verdaderas maestras, maestras de la colaboraciĂłn y apoyo mutuo. Maestras tambiĂ©n del desapego y abundancia. En el jardinear se quedaron sus formas estampadas en el corazĂłn y brotaron estas pinturas de mis manos como la misma naturaleza; sin esfuerzo, sin control y fluyendo con abundancia y soltura, como si este estar, naturaleza y pintura fueran al mismo ritmo y en armonĂa”, nos dice.
Actualmente, tras una residencia en Austria, financiada por la organización Hübner Kennedy Stiftung, desarrolla una exposición de pintura inmersiva dedicada a las montañas y su valor geológico, patrimonial y, sobre todo, espiritual en Los Andes y Los Alpes. En ella Guadalupe nuevamente revela la evolución de las cosas pero con una gran diferencia; “las cordilleras transcurren en un tiempo que trasciende de nuestra humana pequeñez. Somos solo un segundo de la existencia de esos cordones montañosos”, concluye.