TEXTO: MARÍA JOSÉ NAZAR FOTOS: ANA MARÍA LÓPEZ

Una casa de estilo francés y decoración cargada de historia se convirtió en el lugar perfecto para este matrimonio que decidió empezar una nueva etapa en su vida en la playa.

DespuĂ©s de vivir más de treinta años en su casa de Calera de Tango y de ver crecer a sus cuatro hijos, este matrimonio decidiĂł que era tiempo de dar un giro en sus vidas para aprovechar al máximo la nueva etapa que comenzaban. Sin pensarlo demasiado, llegaron a este terreno al borde de la playa de la zona central que les ofrecĂa una combinaciĂłn de factores importantes para ellos como las vistas, el entorno y la privacidad, pero sin quedar aislados.

Hace un tiempo que el dueño de casa le daba vueltas al estilo que tendrĂa este nuevo lugar. “La verdad es que tengo un poco de arquitecto frustrado”, admite y cuenta que se imaginaba en una estĂ©tica algo afrancesada pero depurada. Techos altos, tejas de piedra pizarra, columnas, lucarnas y chimeneas formaban parte de los requisitos, a los que se sumaban espacios comunes grandes y suficientes dormitorios para recibir a toda la familia. Dice que lo mejor de todo es que Ă©l solo se preocupĂł de hacer el bosquejo que posteriormente traspasĂł a su gran amigo Luis Alberto DarraĂŻdou. El arquitecto fue el encargado de traducir cada una de las ideas y hacerlas realidad.

Decorarla para ellos fue bastante fácil. Los dos se reconocen fanáticos del tema y disfrutan buscando muebles y objetos de decoraciĂłn, los que han reunido por años en sus incansables recorridos por tiendas, ferias, viajes y remates. AsĂ, para esta casa solo fue necesario reorganizar lo que tenĂan y aprovechar de desempolvar cosas que guardaban para el momento perfecto. Elementos cargados de historia, anĂ©cdotas y carácter, muy al estilo de ellos.
Como si no fuera suficiente, fue el mismo dueño de casa quien decidiĂł hacerse cargo del diseño y desarrollo del jardĂn. Reconoce que siempre se ha sentido atraĂdo por el paisajismo y su terreno en Calera de Tango fue su laboratorio de prueba. AhĂ practicĂł todos los conocimientos que adquiriĂł de forma autodidacta. Sin embargo, en la playa tuvo varios intentos fallidos. “AquĂ me equivoquĂ© bastante en un principio, ya que el clima es totalmente distinto a lo que estaba acostumbrado por lo que tuve que ir probando hasta dar con las especies que se daban mejor”, admite. Rodeado de pinos y eucaliptus, pensĂł en un diseño ordenado siguiendo la lĂnea de la arquitectura, donde los rojos, blancos, lilas y verdes predominan.

AlelĂes, gauras, lirios, rhus, pitosporos, echium y calle calle llenan este espacio de color y se mueven con gracia al ritmo del viento.
Los dos son conocidos por su don para recibir bien. Son unos anfitriones entretenidos, acogedores, llenos de anĂ©cdotas y ella, además, cocina como los dioses. AsĂ que la tĂłnica de estos tres años viviendo a orillas de la playa ha sido tener las puertas abiertas para recibir, pero tambiĂ©n para darse tiempo para ellos. Solo el sonido del mar y las idĂlicas puestas de sol pueden hacer aĂşn más perfecta esta historia.