TEXTO: MANUEL SANTELICES / FOTOS: ARI MALDONADO Y CASA CRUZ

Catalogado como el restaurante más glamoroso de Nueva York por la revista Vogue, Casa Cruz Nueva York es propiedad del empresario chileno Juan Santa Cruz. Y asà como lo hizo con sus clubes hermanos en Buenos Aires y Londres, aquà se respira refinamiento, sofisticación y mucha, mucha exclusividad.

Juan Santa Cruz posa con actitud segura en el salĂłn exclusivo para socios de su restaurante/club privado, Casa Cruz, en el Upper East Side de Nueva York. Tiene un secreto, dice, para verse bien en las fotos, pero no lo revela. Sea cual sea, funciona. Por supuesto, tiene la ventaja de un rostro atractivo y sonriente coronado por una envidiable melena gris y un cuerpo elegante y delgado que, segĂşn la revista GQ, está a menudo cubierto por trajes de Huntsman, camisas con monograma, corbatas de Drake’s y zapatos de John Lobb o Alden. El look del empresario chileno es cuidado hasta el Ăşltimo detalle y, al mismo tiempo, distendido y natural, adjetivos que fácilmente podrĂan trasladarse a su nuevo restaurante en Manhattan.
Ubicado en una hermosa casona Beaux Arts de seis pisos en la calle 61 East, Casa Cruz New York -local hermano de restaurantes similares en Buenos Aires y Londres- fue inaugurado en septiembre pasado con una exclusiva fiesta a la que asistieron, entre otros, miembros de las dinastĂas Niarchos, Guinness y Santo Domingo. En cuestiĂłn de horas, Vogue determinĂł que se trataba del “restaurante más glamoroso de Nueva York”. Y serĂa difĂcil debatir el halago.
Santa Cruz y su socia, Charlotte Santo Domingo, hija del noveno duque de Wellington, han creado un sitio que exuda refinamiento y sofisticación; un fabuloso laberinto repleto de arte de Warhol, Haring, Hockney y Botero, unido desde la imponente recepción hasta la cálida y elegante terraza en la azotea por una serpenteante escalera de espejos inspirada en la de Chanel en su tienda de la Rue Cambon.
Aunque el bar y comedor de los pisos inferiores están abiertos al público (¡buena suerte si quiere conseguir una reserva!), las áreas del cuarto y quinto piso permanecen reservados para los 99 socios del club, los que han pagado entre 250 mil y 500 mil dólares por el privilegio. Eso les da acceso, además, a una llave especial para operar el ascensor privado.

Santa Cruz es famoso por su atenciĂłn a los detalles y aquĂ no hay nada que no haya pasado por su minuciosa supervisiĂłn. Las enormes puertas y muros están construidos en cerezo brasilero con detalles en cobre, creando, junto a la atractiva iluminaciĂłn y el tapizado de paredes y muebles en cotelĂ© verde -un cotelĂ© tan suave que parece terciopelo-, un efecto dramático y algo nostálgico, como si el club fuera un espectacular crucero art decĂł imaginado como set de Hollywood. Los baños están decorados con papel mural pintado a mano por De Gournay en diseños que evocan el paisaje chileno: los volcanes del sur y los flamencos de Atacama. Los uniformes fueron creados por Emilia Wickstead, una de las favoritas de Kate Middleton; los menĂşs están cubiertos con tapas de cuero de Giobagnara; hay paneles de telas rayadas o con palmeras de Johanna Ortiz; todos los elementos de bar son de cobre, fabricados en JapĂłn, y repartidos por todas partes hay gigantescos jarrones con flores y libros de arte y fotografĂa. Santa Cruz ha dicho que su objetivo es crear noches memorables, pero que sus invitados no puedan definir quĂ© las hizo tan Ăşnicas: Âżfue la comida? Âżla mĂşsica? Âżla fragancia del club, tambiĂ©n escogida por Ă©l? En una entrevista con The New York Times, asegurĂł que se siente más “un director que un dictador”.
Su bisabuelo y su tĂo abuelo fueron embajadores de Chile en Inglaterra y LucĂa Santa Cruz, amiga cercana del Rey Carlos III y la reina Camilla de Inglaterra, es su tĂa. La diplomacia, la hospitalidad y la comodidad que siente en los escalafones más altos de la elite internacional, son heredados. Él, sin embargo, ha agregado sus propios talentos, los que incluyen una personalidad amable y cautivadora, un olfato magnĂfico para crear una atmĂłsfera seductora y, obviamente, una genuina pasiĂłn por el diseño.
